Programa Kushis Winaykan: junio 2009

Se dice que la gente ve lo que hacemos, pero Dios ve PORQUÉ lo hacemos. El Señor nos dice “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las cosas que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, más las cosas que no se ven son eternas”. 2 Corintios 4:18

*Testimonio de Bilha Rodríguez, maestra del grupo de adolescentes de Kushis Winaykan.

Hace poco conocí a valiosos amigos y amigas, exactamente el día que decidí entrar como maestra voluntaria a Kushis Winaykan, Ministerio que trabaja con niños, niñas y adolescentes en una comunidad bastante pobre de mi ciudad, llamada Leoncio Prado de Huanuco. Seguramente muchas personas que han tenido la oportunidad de trabajar con este tipo de población, en su país o región, compartirán la intención de formar estos ministerios o grupos, en sectores donde urge la presencia del Estado y sus órganos de apoyo. Estas comunidades que no cuentan con servicios básicos para vivir y desenvolverse normalmente, comprenden que el “crecimiento” y el “desarrollo”, por lo general gira en torno al apoyo que brindan los niños y niñas, quienes trabajan vendiendo chupetes, lustrando zapatos o cargando con una carreta grandes cantidades de compras en el mercado, y que en el mejor de los casos su ganancia les alcanzará para compartir el pan en casa.

Kushis Winaykan “Creciendo Feliz”, es el espacio que nos permite desarrollar un Ministerio que estaba escondido en muchas de nosotras. “Nunca me atreví a jugar con un niño o niña”, decía una de las maestras y en seguida me identifiqué con ella, pues igualmente jamás imaginé tener que lidiar con adolescentes, con niños y niñas. Ahora puedo decir que me agrada hacerlo, sobre todo porque aprendo a desarrollar una sensibilidad muy especial por aquella población, una sensibilidad que sólo podemos tenerla cuando se está muy cerca del motivo de ella.

Cada clase además de enseñar aprendo mucho de quienes conforman mi grupo, conozco algo más que me permite seguir amando este Ministerio. Son casi veinte personas las que nos toca dirigir a cada maestra, veinte personitas que tienen una forma muy especial de expresar sus sentimientos. Algunos saltan y corren cuando nos ven, nos abrazan y besan dándonos la bienvenida cada fin de semana. Ayer por ejemplo una de ellas nos invitó a mi hermana y a mí un pedazo de chupete helado, cómo decirle NO a esa niña, si con su ofrecimiento nos estaba demostrando cariño y confianza pues ella sabía que no la rechazaríamos, el chupete helado que nos ofreció estaba casi sin gusto porque esta pequeña lo había absorbido tanto que le quitó de inmediato el sabor, Yo diría que fue un chupete muy especial el que nos invitó y eso lo mencionamos mientras regresábamos a casa.

Desde la ternura de María, la sonrisa de Graciela y su prima, la tranquilidad e inocencia de Query, hasta la seriedad de Gino y de Daniel, todos y todas tienen su forma de aprender cada sábado. Hoy estoy viendo sus dibujos y estoy recordando cómo es que decidí entrar a este grupo, no lo había planeado, sólo dejé que el amor de Jesús me llevara a ese lugar tan especial, a ese lugar donde el carro me dice “último paradero” y bajo de inmediato. Ya no es una sorpresa para mí, pues siempre que llego muchos de ellos y ellas nos están esperando con un corazón dispuesto a aprender a cerca de JESÚS. Yo debo decir que el Señor abrió una puerta en nuestras vidas, aquella puerta que nos hace ingresar a lo posible, a lo real y sobre todo a descubrir el corazón del Maestro en los más necesitados, y estamos seguros que Él nos seguirá acompañando en la tarea de ver a tantos pequeñitos "Creciendo Felices".